miércoles, 27 de enero de 2010

Pequeñas actualizaciones

[Música> Mejor hombre- Jalea de Perla]

-Últimamente me ha estado preocupando que mi memoria parece deteriorarse cada vez más. A menudo me pasa que no logro recordar alguna palabra que voy a utilizar y me he quedado hasta medio minuto tratando de explicarme prescindiendo de ella…

-Me he percatado que me quejo mucho de Sawa. Al darme cuenta me sentí un poco mal, pero en realidad creo que es sano reconocer que hay cosas en nuestros seres queridos que no nos agradan. Como he dicho antes, me parece más sincero apreciar a quienes te rodean no sólo por sus virtudes, sino también a pesar de algunos defectos. Vaya, la gente que me rodea debe tener muchísimas cosas para quejarse de mí.

-En la televisión de acá hay un programa matutino horrible que tiene una sección de bromas callejeras. Los responsables de hacerlas son un par de tipos pintados como payasos, con voces chillonas y molestas y sus ‘ingeniosas’ bromas consisten generalmente en llegar por detrás de la gente para asustarlas. Hace poco los vi en mi vecindario y al percatarme de ellos tuve la tentación de pasar, como no queriendo la cosa, para que me ‘asustaran’ y así tener un pretexto válido para darle un puñetazo en la nariz a alguno, escudándome en que fue un reflejo condicionado. Me lo pensé unos minutos y decidí irme por otro lado, pero todo el día me quedé pensando en que podría haberles pegado… ¿La premeditación lo hace sonar mal? Sigo pensando que era una buena idea…

-Hace poco mi novia me recomendó practicar caligrafía. Antes de ella, la única persona además de mí en señalar lo fea que es mi letra fue mi maestra de español de sexto año de primaria, lo cual me parece extraño, pues mi letra es realmente fea…
Quizá es tan fea que a todos les daba pena mencionar algo tan evidente.

-Y hablando de la novia: tanta consideración, amabilidad y tanto trato de ‘rey’ y de ‘príncipe’ me estaba malcriando. Entonces llegó Nadia un día y me empezó a decir ‘cabrón’, ‘idiota’ y ‘menso’, insinuó que soy un friki atolondrado y fetichista… y entonces aterricé again. Pero luego, espero, me seguirán malcriando.

viernes, 22 de enero de 2010

La hiena y la pantera

[Sueño de la noche del miercoles 20 de Enero al Jueves 21 de Enero, 2010]


Como costumbre no logro recordar mucho del sueño.

Estoy yendo a una especie de festejo de año nuevo, pero voy en dirección a mi casa proveniente de no se donde, es decir, que yo iba "de invitado" a mi casa, yendo de otro lugar en donde realmente resido.

Al llegar a mi casa la encuentro diferente. Se ve un patio muy grande y abierto y realmente no se ve como mi casa. El lugar está lleno de mucha gente e incluso tengo la sensación de que por ahí andan todas mis amistades del extranjero, aunque no las veo. Hago una llamada por teléfono, creo que a Yissela para decirle que la estoy esperando acá, mientras encuentro a Veka, Nadia, Marcela, etc. Lo curioso es que al parecer llamo a una estación de radio en vez de a Yis y por error andaba invitando a la conductora del programa, y ya no se en qué terminó aquello. Yo estaba dentro de la casa. Desde dentro se veía la puerta abierta de par en par, que daba al patio y afuera estaba toda la algazara, el ruido y el festejo. No recuerdo haber reconocido a ninguna persona conocida, a primera vista, pero creeeeeo que tenía la noción o la sensación de que todos estaban ahí (familia, amigos, novia) Yo permanecía en esta parte de la casa, que en vez de parecer recibidor o sala, como cabría suponerse, era en realidad una biblioteca con estantes altos llenos de libros. Cuando camino en dirección a la puerta veo un animal amarrado al lado. Parecía como una hiena, pero casi sin pelo y con unos horribles dientes como de roedor. Yo me acerqué con mucha prudencia. El animal permanecía atado y relativamente tranquilo, mirándome como entusiasmado. Parecía como si lo tuviera (o lo tuvieran, quienes vivieran en la casa) a modo de mascota. A pesar de que yo tenía esta noción, el animal me causaba mucha desconfianza. Mientras estaba mirando a este animal, salió otro detrás de un estante de libros. Parecía como una pantera, pero con el pelo un poco más largo, y el animal tenía rasgos extraños. Digo que parecía pantera porque en realidad no era pantera, sino un félido que no conozco en el mundo de la vigilia. El animal caminó con sus andares felinos hacia mí, mirándome con la cabeza gacha y como acechante. Su presencia me puso algo nervioso y tuve la idea de sltar a la hiena para que atacara al felino aquél, pero por alguna razón me causaba más desconfianza desatar a la hiena, a pesar de que se comportaba conmigo como un perro entusiasmado. Yo mientras di un par de pasoas hacia atrás mirando fijamente a ese enorme felino negro. Tenía la idea de que me iba a atacar, pero cuando estaba a medio metro de mí, no se por qué, pero tuve toda la certeza de que no lo haría. Se acurrucó conmigo, como si fuera un pequeño gatito y yo lo acaricié. A pesar de eso, seguía sintiéndome inseguro respecto a él y respecto a la horrible hiena. Por muy amigables que parecieran, yo actuaba muy prudente y cauteloso con ámbos. Luego, ya no recuerdo en qué terminó la fiesta, pero creo que me fui de 'mi casa' de regreso a 'mi casa', o algo así.

lunes, 11 de enero de 2010

Memorias musicales

He tomado como costumbre poner en mis entradas el nombre de la canción que escuché por última vez antes de redactarlas, por lo cual no tienen nada qué ver con lo escrito.

Hace poco escuchaba música y reconocía algunas frases sueltas que de pronto me recordaban ciertas cosas que me han ocurrido, a pesar de que era música que aún no escuchaba en aquellos entonces, pero por lo general sí coinciden los sucesos, las canciones y las temporadas en que las escuché. De vez en cuando pondré alguna frase que me recuerde a algo, como ahora.


"Estás en mi escuela otra vez, estás en mi escuela otra vez. No hay receso. No hay receso..." - School, Nirvana.


Mis primeras semanas de secundaria fueron una pesadilla. Cuando el ruidoso despertador me sacaba súbitamente de mi apacible sueño, a media madrugada, antes que saliera el sol, en medio del frío y la confusión, me veía obligado a ponerme ese uniforme verde con olor a tela nueva, llenaba mi mochila con un montón de pesados cuadernos y libros con olor a nuevo también... olor que tiempo después me produciría náuseas.

Mi madre me llevaba en nuestro viejo volkswagen plateado hasta la escuela. La Escuela Secundaria Diurna #69. Una de las mejores de la zona. Supuestamente debía estar orgulloso por haber entrado ahí...

Si la adolescencia es una etapa tan mágica, y estaba en una escuela buena ¿Por qué tenía esas horribles náuseas justo antes de entrar a la escuela? La verdad es que no tuve una adolescencia muy feliz que digamos. Estuve siempre marginado de las deliciosas dinámicas entre pubertos, debido quizá a mi físico y a mi poca tolerancia hacia las estupideces. Un par de incidentes con un par de pseudo bravucones de mi clase desató una estúpida guerra de poder entre cabecillas de otras clases y yo. No era una guerra de poder que me interesara, porque no me interesaba tener el poder de intimidar a otros y además no sabía pelear... y la idea me asustaba mucho. Era yo pues un chiquillo asustado que era golpeado cada tercer día en la escuela.

El primer golpe que recibí dejó una fuerte impresión en mí. Sentí por primera vez esas extrañas sensaciones que luego se me hicieron familiares. Al impactarse un puño en tu cara no sientes nada en los primeros diez segundos. Es algo tan súbito que quizá el cerebro tarda en registrarlo... tal vez por el golpe en sí. Se percibe una descarga interna de algo así como un aroma. Un olor extraño, como metálico. Hay quien me dijo que quizá era adrenalina, pero yo lo identifico más con la sangre. Al momento de impactarse su puño contra mi cara comprendí por qué en las caricaturas los personajes veían estrellitas luego de ser aporreados. En realidad no son como estrellas, sino como nubecillas oscuras y multicolores. Como las que ves cuando te presionas muy fuerte los ojos. Luego de eso, los gritos, la confusión y las lágrimas. No eran lágrimas de dolor...

Hay quien dice que yo naci para amar. Sea cierto eso o no, la verdad es que sentía una tristeza horrible en mí cada vez que me sucedía algo tan opuesto a los ejercicios del amor... que efectivamente, era una de las cosas que más anhelaba desde que tengo uso de razón.

Quedarse tirado en el piso sin aire en los pulmones y sangrando profusamente de quién sabe donde era horrible. Todos se quedaban mirándome con la curiosidad morbosa con la que mirarían a un perro atropellado. Nadie me tendía la mano y sólo se quedaban mirándome. Y cada vez que iba a la escuela tenía el temor de que se repitieran esas escenas.

Durante una temporada, tuve miedo de salir del salón incluso para el receso. Efectivamente, estaba en su escuela... no había receso.