lunes, 11 de enero de 2010

Memorias musicales

He tomado como costumbre poner en mis entradas el nombre de la canción que escuché por última vez antes de redactarlas, por lo cual no tienen nada qué ver con lo escrito.

Hace poco escuchaba música y reconocía algunas frases sueltas que de pronto me recordaban ciertas cosas que me han ocurrido, a pesar de que era música que aún no escuchaba en aquellos entonces, pero por lo general sí coinciden los sucesos, las canciones y las temporadas en que las escuché. De vez en cuando pondré alguna frase que me recuerde a algo, como ahora.


"Estás en mi escuela otra vez, estás en mi escuela otra vez. No hay receso. No hay receso..." - School, Nirvana.


Mis primeras semanas de secundaria fueron una pesadilla. Cuando el ruidoso despertador me sacaba súbitamente de mi apacible sueño, a media madrugada, antes que saliera el sol, en medio del frío y la confusión, me veía obligado a ponerme ese uniforme verde con olor a tela nueva, llenaba mi mochila con un montón de pesados cuadernos y libros con olor a nuevo también... olor que tiempo después me produciría náuseas.

Mi madre me llevaba en nuestro viejo volkswagen plateado hasta la escuela. La Escuela Secundaria Diurna #69. Una de las mejores de la zona. Supuestamente debía estar orgulloso por haber entrado ahí...

Si la adolescencia es una etapa tan mágica, y estaba en una escuela buena ¿Por qué tenía esas horribles náuseas justo antes de entrar a la escuela? La verdad es que no tuve una adolescencia muy feliz que digamos. Estuve siempre marginado de las deliciosas dinámicas entre pubertos, debido quizá a mi físico y a mi poca tolerancia hacia las estupideces. Un par de incidentes con un par de pseudo bravucones de mi clase desató una estúpida guerra de poder entre cabecillas de otras clases y yo. No era una guerra de poder que me interesara, porque no me interesaba tener el poder de intimidar a otros y además no sabía pelear... y la idea me asustaba mucho. Era yo pues un chiquillo asustado que era golpeado cada tercer día en la escuela.

El primer golpe que recibí dejó una fuerte impresión en mí. Sentí por primera vez esas extrañas sensaciones que luego se me hicieron familiares. Al impactarse un puño en tu cara no sientes nada en los primeros diez segundos. Es algo tan súbito que quizá el cerebro tarda en registrarlo... tal vez por el golpe en sí. Se percibe una descarga interna de algo así como un aroma. Un olor extraño, como metálico. Hay quien me dijo que quizá era adrenalina, pero yo lo identifico más con la sangre. Al momento de impactarse su puño contra mi cara comprendí por qué en las caricaturas los personajes veían estrellitas luego de ser aporreados. En realidad no son como estrellas, sino como nubecillas oscuras y multicolores. Como las que ves cuando te presionas muy fuerte los ojos. Luego de eso, los gritos, la confusión y las lágrimas. No eran lágrimas de dolor...

Hay quien dice que yo naci para amar. Sea cierto eso o no, la verdad es que sentía una tristeza horrible en mí cada vez que me sucedía algo tan opuesto a los ejercicios del amor... que efectivamente, era una de las cosas que más anhelaba desde que tengo uso de razón.

Quedarse tirado en el piso sin aire en los pulmones y sangrando profusamente de quién sabe donde era horrible. Todos se quedaban mirándome con la curiosidad morbosa con la que mirarían a un perro atropellado. Nadie me tendía la mano y sólo se quedaban mirándome. Y cada vez que iba a la escuela tenía el temor de que se repitieran esas escenas.

Durante una temporada, tuve miedo de salir del salón incluso para el receso. Efectivamente, estaba en su escuela... no había receso.

3 comentarios:

Der Greine dijo...

Si hubiésemos sido amigos de infancia... les habría roto el culo a todos los hijos de puta que te golpearon.
No me gusta pelear... pero cuando veo injusticias.. veo rojo. ><

sombra dijo...

Eso que dices sobre el aroma metálico y su relación con la sangre me es muy familiar.

Desde niña cada que me hacía alguna herida me quedaba pensando en el olor y el sabor, luego descubrí que era como el aroma de los alambres que vendía mi abuelo en su tienda (cobre) y por mi madre supe que olía y sabía así debido al hierro, componente mineral de la sangre.

En todo caso, no me gusta ni su sabor ni su olor =/

Black Ballad dijo...

-Sólo hubiera necesitado protección las primeras semanas. Luego hasta los más bravucones se lo pensaban dos veces antes de golpearme. No quiero decir que yo fuera bueno peleando, pero si saben que se llevarán unos cuantos puñetazos también, se lo piensan dos veces. Por eso sólo ocurrió las primeras semanas =p

-Ya me había imaginado algo por el estilo, Veka ^^
Cuando yo era niño me gustaba ese olor =p