miércoles, 31 de marzo de 2010

(Música> Estrella Negra- Cabeza de radio)

Puede ser que, efectivamente, el orgullo no sea el opuesto de la vergüenza, sino su fuente… y también, que la única forma efectiva de contrarrestar la vergüenza sea la humildad sincera.

Por mucho tiempo el orgullo me hizo culpar a los demás de los constantes fracasos que sufrí en materia de relaciones humanas (tanto románticas como amistosas e igualmente compañeriles, por llamarlas de algún modo) y siempre me quejé amargamente de los malos tratos y desdenes que sufrí, y de lo absurdas, hipócritas y excesivamente protocolarias que son todas las relaciones humanas y siempre olvidé o ignoré meter a colación las propias carencias y los propios errores.

Cuando desmadejaba tal o cual historia trágica de mi pasado, se escuchaba diferente en palabras, o se leía diferente en letras de lo que parecía ser en mi cabeza. Y entonces es posible que Darío tuviera razón, y que yo (citándolo en forma eufemística) necesitara ‘ser educado y domesticado’, y también, incluso Sawa tuviera razón aquella vez que se enfadó conmigo y me dijera que yo era demasiado orgulloso y egoísta (citándolo eufemísticamente también, por respeto a las damas que leen esta cosa)

Eso, junto con otros factores, me hicieron tomar la determinación de disculparme con toda la gente que se quedó en mi pasado y a quienes yo debiera alguna disculpa, y de este modo empecé disculpándome con Francisca. Habría empezado con Liliana, pero es imposible de localizar. Pasó quizá un año o más de un año y reuní el valor, y sobre todo, la humildad para hacerlo con Alejandra. Hasta ese punto me di cuenta de que secretamente esperaba quedar en buenos términos con todos, quizá por mi naturaleza conciliadora o porque efectivamente el afecto nunca desaparece, aunque disminuya. Y entendiendo que, triste o afortunadamente no sucede así, continué con Heidi (aunque en este caso, por feo que suene, esperaba no obtener amistad a cambio) y luego, si mi ingenio me indica una buena forma y me vuelvo más humilde, me disculparé con Víctor y con Marina… y después de eso, creo que dejaré de avergonzarme de muchas de las cosas que resultaron mal en el pasado.

Hubiera conseguido el bolígrafo con plumitas rosas y la libreta de Hello Kitty para escribir esto, pero hacerlo de este modo es menos gay. En fin, sí era una idea simpática…